PUBLICACIONES
EL LIBRE ALBEDRÍO.
Por Dr. Harvey Spencer Lewis, F.R.C.
Tomado de la Revista EL ROSACRUZ, VOLUMEN LXIII-2 No.337.
Por Dr. Harvey Spencer Lewis, F.R.C.
Tomado de la Revista EL ROSACRUZ, VOLUMEN LXIII-2 No.337.
Libre Albedrío es un término que representa una doctrina. Aún cuando la doctrina pueda ser más o menos comprendida por algunos, el término libre albedrío es mal entendido por la mayoría. Incuestionablemente, el Cósmico nos impele a veces a hacer cosas, del mismo modo que el mundo material, con sus brillantes y fantasmagóricos oropeles, nos tienta a veces a hacer ciertas cosas. Entre los impulsos y tentaciones, tanto del Cósmico como del mundo material, tenemos el privilegio - no podemos decir el derecho- de escoger nuestra manera de ceder. Se sabe que cuando el tentador trató de tentar a Jesús, Él dijo: "Detrás de mí Satanás". Recientemente oí decir a un hombre que hoy en día la gente vive de una manera tan atolondrada, que parece que dijera: "Detrás de mí Satanás, y empújame".
Parece que en años recientes la mayor parte del mundo ha ido cediendo gradualmente a las tentaciones materiales, ignorando los impulsos Cósmicos, y por lo tanto hemos tenido un mundo que es un ejemplo glorioso o un ejemplo opuesto, según nuestro punto de vista, de la famosa idea del libre albedrío. Es cierto que la humanidad ha tenido una larga temporada de libre albedrío; libremente ha querido hacer toda clase de cosas que no debiera haber hecho y gradualmente ha aumentado su descaro y atrevimiento hasta el punto de que el mismo mal que ha provocado, tolerado, consentido y madurado, gradualmente lo ha aplastado y golpeado. Hoy tenemos millones de hombres y mujeres en el mundo que están tratando de redimirse; están tratando de zafarse, aunque fuera tirando de los cordones de sus zapatos, para salirse del pantano de dificultades en que se habían hundido como si se hubieran zambullido en una piscina angélica. ¡Esto dizque es libre albedrío!
Dios nos dio la facultad de razonar, de llegar a conclusiones, y de emplear nuestra voluntad para hacer las cosas que resolvemos querer hacer. Pero al mismo tiempo hizo Ël un poquito más rígidas y un poquito más fuertes las Leyes de la Compensación. Parece que el hombre olvidara que junto a su libre albedrío está la obligación voluntariamente asumida de ser responsable de lo que él quiere. Según escogemos, asimismo asumimos ciertas condiciones Kármicas. El hombre no puede salvarse por ningún sustituto, ni por la gracia de Dios o de su hijo, Jesús el Cristo, a menos que el hombre se salve primero a sí mismo. Toda la sangre derramada en el Calvario, multiplicada por mil, no puede salvar al pecador que tozuda y arrogantemente emplea su libre albedrío y luego trate de escurrirse de su obligación o responsabilidad para que sus deudas Kármicas sean canceladas, evadidas y colgadas en la cruz de otra persona. Es él mismo quien tiene que ser crucificado en su propia cruz y padecer el dolor de los clavos que él hizo que le atravesaran su propia carne. Sobre su frente debe posarse la corona de espinas de su consciencia y del costado de su cuerpo debe fluir la sangre ennegrecida de sus propios malos deseos.
Aquél que es el mayor exponente del libre albedrío, y que lo acompaña por un continuo ejercicio de él, es el primero que protesta contra cualquier otro individuo que pretenda vivir de acuerdo con el mismo código. El libre albedrío significa para quien sabe ejercerlo, una libertad otorgada exclusivamente a él. Es su libre albedrío, y sólo su albedrío, el que debe ser libremente ejercido. Desde el momento en que él va contra la demostración de libre albedrío por parte de otros seres humanos, él protesta, pues ciertamente que el libre albedrío de todos los seres, libremente ejercido, actuará como restricciones y limitaciones para todos. Si yo libremente cumpliera todo juicio y todo criterio mundano y tratara de llevar a cabo libremente toda conclusión que mi mente objetiva resolviera, incuestionablemente que yo pisotearía los derechos y privilegios de los demás. En realidad, yo no podría expresar libremente mi voluntad sin forzar a otros a obedecer mi deseo e inhibir su propia voluntad.
No puede existir un libre albedrío universal, y por lo tanto semejante idea es, por esa razón, una idea falsa. La ley y el orden aon la única voluntad que puede expresarse libremente y su libertad de expresión aumenta en la misma proporción en que esa voluntad esté de acuerdo con la voluntad divina. Mientras yo me conduzca de acuerdo con la Armonía del Universo y con el Plan Divino Universal, tendré libertad de expresión para mi alma y para mi ego mundano. Pero en el momento en que yo trate de hacer de esa libertad de expresión y de ese libre albedrío una cosa mía y libre en todo sentido, quedará fuera de armonía con el universo. Tengo entonces que someterme a la libertad de expresión de todos los seres humanos, o que dominar asu libertad de expresión.
Por esta razón yo prefiero escuchar y atender los impulsos del Cósmico y estar en armonía con él, pues por su mediación no puede venir la destrucción, y el resultado de esto será solamente la paz y una vida constructiva. Es éste el único libre albedrío que está de acuerdo con la vida eterna, la paz y la felicidad.
